Hoy voy a hablaros de un
acontecimiento que pasó: la Semana Santa, voy y elogiar a ese sentimiento y
simbolismo religioso de las procesiones
de Zaragoza. A mí siempre me ha entusiasmado este tema, sobretodo el simbolismo
y el ritmo de los instrumentos. Una de las cosas que más me gustan de las
cofradías de esta ciudad es que representan un hecho o aspecto de la pasión.
Ese sentimiento que tienen los cofrades y los espectadores está mezclado con
devoción y el gusto que hace sentirlas con intensidad. Esta tradición vine
regida por los años de fundación de las cofradías, la mayoría se fundaron en el
primer tercio hasta los años 50, del siglo XX; pero algunas son del siglo XIX
(con restructuración en el s. XX). Las más antiguas: siglos XVIII, XVI, y otra
en la Baja Edad Media; en cambio hay otras de los años 90 del siglo XX y del
siglo XXI. También pasa lo mismo con los pasos, unos son nuevos, otros
restaurados y otros han soportado la destrucción de la guerra de Independencia
contra los franceses, donde algunos destacan su expresividad. Los hábitos
tienen amplia heterogeneidad en los colores, hábitos con rosarios, sudarios,
terciopelos y elegantes capas; y, por supuesto con la tradición aragonesa de
los terceroles. También hay variedad de instrumentos: tambores, timbales,
matracas, carracas, cornetas, timbalas, timbaletas, matracas de campanario,
trompetas, trompetas heráldicas y pequeños o grandes bombos. Otro aspecto
importante es el estandarte donde destaca su simbolismo y sus materiales: desde
terciopelo a hilo de oro. En su final cuando acaba, siempre ha habido nostalgia
acompañada con el síndrome postvacacional y ganas de que vuelva. Es una gran
tradición que emociona, hace llorar, hace pasar un buen rato y exaltar la
devoción de los cristianos.