lunes, 9 de abril de 2012

Elogio a una tradición.

Hoy voy a hablaros de un acontecimiento que pasó: la Semana Santa, voy y elogiar a ese sentimiento y simbolismo  religioso de las procesiones de Zaragoza. A mí siempre me ha entusiasmado este tema, sobretodo el simbolismo y el ritmo de los instrumentos. Una de las cosas que más me gustan de las cofradías de esta ciudad es que representan un hecho o aspecto de la pasión. Ese sentimiento que tienen los cofrades y los espectadores está mezclado con devoción y el gusto que hace sentirlas con intensidad. Esta tradición vine regida por los años de fundación de las cofradías, la mayoría se fundaron en el primer tercio hasta los años 50, del siglo XX; pero algunas son del siglo XIX (con restructuración en el s. XX). Las más antiguas: siglos XVIII, XVI, y otra en la Baja Edad Media; en cambio hay otras de los años 90 del siglo XX y del siglo XXI. También pasa lo mismo con los pasos, unos son nuevos, otros restaurados y otros han soportado la destrucción de la guerra de Independencia contra los franceses, donde algunos destacan su expresividad. Los hábitos tienen amplia heterogeneidad en los colores, hábitos con rosarios, sudarios, terciopelos y elegantes capas; y, por supuesto con la tradición aragonesa de los terceroles. También hay variedad de instrumentos: tambores, timbales, matracas, carracas, cornetas, timbalas, timbaletas, matracas de campanario, trompetas, trompetas heráldicas y pequeños o grandes bombos. Otro aspecto importante es el estandarte donde destaca su simbolismo y sus materiales: desde terciopelo a hilo de oro. En su final cuando acaba, siempre ha habido nostalgia acompañada con el síndrome postvacacional y ganas de que vuelva. Es una gran tradición que emociona, hace llorar, hace pasar un buen rato y exaltar la devoción de los cristianos.